jueves, 12 de marzo de 2009

¿donde deje mi alma?

Y solo quedaba su aroma, esparcido entre la espesa niebla que cubría la habitación, llenándola de confusiones y mentiras que jamás se aclararían. De pronto se descubrio mirando al suelo, como se mira al un animal peligroso; 2 o 3 horas, ahora no lo recuerda, solo recuerda su cuerpo desnudo reflejado en el espejo empañado por el humo que parecía ocultar una verdad, una verdad que nadie nunca sabrá.

Y quien iba pensar que aquella mañana, cuando salio del mismo hotel, a la misma hora y con la misma ropa, seria la ultima, la ultima de muchas, esa mañana la sonrisa fingida de otros días desapareció, tampoco había llanto, su rostro no ocultaba nada y tampoco decía nada, parecía que no estaba en ella, como si su alma ya la hubiera abandonado.

Camino lentamente, desconcertada pero segura en cada paso, sabia que se estaba alejando de su mayor temor, de su mayor desgracia, de su único amor. A donde ir, eso era lo menos importante, solo tenia que alejarse y perderse para siempre.

Unas horas más tarde, cuando despertó del trance se vio sentada en una banca del parque de la esquina muy cerca del hotel cansada, temblando, pero no de frió, quizás de miedo, quizás de hambre.

Resolvió no hacer nada, no moverse siquiera, sin embargo no estuvo mucho tiempo así, nuevamente con la mirada perdida en el suelo alcanzo a observarque una sombra se acercaba a ella, no hizo nada, simplemente siguió aquella sombra con la mirada hasta que desapareció en ella misma. - Señorita, ¿esta usted bien? - es lo que ella escucho; sin mirarlo asintió con la cabeza, aun con la mente en blanco dejo de mirar al suelo para clavar su mirada perdida en unos zapatos negros que parecían recién comprados. Poco a poco fue levantando la vista y poco a poco fue descubriendo a un hombre como de 28 años, con un cuerpo de un hombre mayor, pero un rostro de un adolecente, sin embargo eso no lo noto hasta después, lo que le llamó la atención en ese momento fue la mirada de aquel hombre, nunca, o no que ella lo recuerde había visto una mirada semejante, con una ternura de niño que parecia tener el poder de curarlo todo.

El hombre le extendió una mano blanca al mismo tiempo que decía - Joaquín - ella, sin dejar de verlo tomo su mano sin hablar, sin decir nada que sus ojos no hubieran dicho ya.

Quien iba a pensar que aquella tarde su vida daría un giro total para descubrir, a sus 19 años, que valia la pena vivir.

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